En la iconografía de la Natividad, la cuna toma sea el aspecto de una tumba, sea de un altar o a veces de dos sin que se pueda bien definir. Si es la tumba, la cuna significa que el Cristo nació para que por su muerte sea vencida la muerte y el pecado. Si es altar, prefigura el sacrificio del Cristo para la redención de los hombres.
El buey y el asno (sobre los iconos rusos el asno - desconocido en Rusia - se transforma en caballo) no están representados sino a partir del siglo IV. Se les ha dado interpretaciones diferentes. El asno sería, en el IV siglo, la figura de los gentiles mientras que el buey sería la figura de Israel. En el siglo Vº, en el evangelio apócrifo de Mateo, encontramos una interpretación, recogida por los textos litúrgicos, que está vinculada a Isaías: " El buey reconoció su propietario y el asno el comedero de su dueño." (Is 1,3). Se puede pensar también en la palabra del profeta Habacuc: " Tú te manifestarás en medio de dos animales" (Ha. 3,2).
El rojo oscuro del abrigo de María recuerda el color real del púrpura de la corte bizantina. La dignidad de la Madre de Dios aún es destacada por los bordados en oro, y sobre todo por las estrellas dispuestas sobre la cabeza y los hombros y que significan su virginidad antes, durante y después del nacimiento de su hijo divino.
La media esfera, pintada en colores progresivos de azul - color de la trascendencia - para expresar su misterio insondable, representa la divinidad. El rayo expresa el descenso expresada por el profeta Isaías: " ¡Ah si rasgaras los cielos y si descendieras! " (Is 63,19).
La estrella de Belén lleva ocho puntas, promesa del octavo día, el de la Resurrección según los Padres.
De los libros del Padre Egon Sendler

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