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Icono no 79
Tamaño : 42 x 21 cm.
Tableta de tilo
Tempera. Aureolas doradas a la hoja de oro.
San Cristóbal era Cananeo, de un porte terrible tanto, que era imponente. Había abrazado la carrera militar y combatió bajo el joven emperador Gordiano. Es bajo el reino del emperador Felipe que se convierte al Cristianismo. El se encontró con un ermitaño que le explicó los principios de la fe en Jesucristo y le pidió que se apostara cerca de un río tumultuoso para ayudar a la gente a cruzarlo. San Cristóbal aceptó. Se construyó una pequeña casa al borde del río y cada día, ayudado de un bastón, hacía cruzar a los viajeros. Un día, mucho tiempo después, él escuchó la voz de un pequeño niño que le pedía hacerlo cruzar. Salió pero no vio a nadie. Volvió a entrar y oyó una segunda vez la llamada del niño. Afuera no encontró a nadie. Sólo a la tercera llamada, el gigante ve al pequeño niño que esperaba sobre la ribera. Lo tomó sobre sus hombros y comenzó pues la travesía. Pero, a medida que avanzaban, el niño se hacía cada vez más pesado y el río se volvía cada vez más amenazante, tanto que él tuvo el mayor sufrimiento para alcanzar la ribera opuesta. Una vez que dejó al niño le dijo: “Niño, tú me has expuesto a un gran peligro, y pesaste tanto que si yo hubiera tenido el mundo entero sobre mi, no sé si hubiera sido más pesado de llevar.” El niño le respondió: “Tú no te asombres, Cristóbal, tú no has tenido solamente todo el mundo sobre ti, sino que tú has llevado sobre tus hombros a aquel que ha creado al mundo: ya que yo soy el Cristo tu rey, al cual tú has en esto dado servicio; y para probarte que digo la verdad, cuando hayas vuelto a pasar, implanta tu bastón en la tierra cerca de tu pequeña casa, y a la mañana verás que habrá florecido y habrá dado frutos.”
El niño desapareció milagrosamente. San Cristóbal hizo como el niño le había dicho y encontró a la mañana que su bastón había dado hojas y dátiles.
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